La huelga del silencio. Asturias: primavera de 1962

miércoles, 26 de septiembre de 2007

El ‘mundo del trabajo’ se ve profundamente trastocado por la instauración del ‘régimen franquista’. La conflictividad se convirtió para los trabajadores en un instrumento de primer orden tanto para conseguir mejorar sus condiciones de vida como para hacer inviable el mantenimiento a largo plazo de la ‘dictadura’.

Los años cuarenta fueron años de hambre y miseria generalizadas: miseria económica, cultural, sanitaria... miseria material, miseria moral. Los ingresos de los trabajadores disminuyeron en más de un 40% con respecto a 1936. Se vieron sometidos a un modelo de explotación salvaje con jornadas de trabajo extenuantes y condiciones salariales indignas.

El movimiento obrero, pese a la ausencia de organizaciones sindicales libres, pese a la sangría de sus elementos más combativos a que había sido sometido plantea movilizaciones de importancia ya en 1947. Movimientos reivindicativos de los trabajadores del metal en Madrid y del sector textil catalán... El 1º de mayo tiene lugar una huelga general en Bilbao con la participación de unos 50.000 trabajadores. En 1951 tiene lugar en Barcelona el boicot popular a los tranvías que duró varios días. En 1956 se produce una huelga general en Pamplona por el salario mínimo de 75 pesetas, extendiéndose a Euskadi y con repercusión en Barcelona y Valencia.

El pueblo había perdido ya la esperanza de que su liberación pudiera venir del exterior. Las nuevas generaciones estaban aprendiendo cuál era la verdadera naturaleza del sistema con la dura experiencia cotidiana.

El de 1962 no será un años más en el lento discurrir de un régimen como el franquista, caracterizado tanto por su longevidad como por su inmovilismo. El más formidable movimiento huelguístico de los producidos bajo la dictadura franquista implica un cuestionamiento profundo de buena parte de las estructuras del Régimen.

En las huelgas de 1962 Asturias recobra la condición que no había ostentado desde las jornadas revolucionarias de octubre de 1934. Una paro que se prolonga dos meses donde más de 60.000 trabajadores asturianos (mineros, metalúrgicos, obreros de la construcción...) cuya motivación explícita es la solidaridad con los mineros asturianos, se convierten en referente obligado en el resto de España.

El día 25 de abril de 1962, en el grupo Nicolasa de Fabrica de Mieres, unos 25 picadores redujeron deliberadamente su ritmo de trabajo; el día 6 de abril siete de ellos quedaron suspendidos de empleo y sueldo. La solidaridad se convierte en el principal motor de la respuesta obrera, el conflicto se extiende por toda Asturias y otras 25 provincias españolas.

"Acuden al centro extractivo, se cambian en el cuarto de aseo, recogen su lámpara y, con normalidad aparente, se dirigen a su puesto de trabajo para, entre el mayor mutismo, proceder a abandonarlo sin realizar labor alguna y sin hacer comentarios o corrillos de ninguna clase”. El conflicto comenzó a denominarse ‘la huelga del silencio’.

“... Fue el 17 de mayo cuando íbamos a entrar en la fábrica a las ocho de la mañana en la parte de las porterías estaban llenas de maíz, ¡estaban llenas de maíz!, entonces ya desde el primer momento que se vio el maíz, claro, la gente se dio cuenta que lo que estaban pidiendo era un paro en solidaridad con los mineros y no entramos a trabajar, mirábamos unos pa otros porque allí nadie se atrevía a decir esta boca es mía...”

El discurso de la vida cotidiana nos dice que lo que funcionó fue el conjunto de relaciones sociales preexistentes en una comunidad relativamente reducida en la que el conocimiento directo de la gente marcaba las relaciones del día a día, incluso las mercantiles. En este contexto los parientes, los amigos y el resto de recursos de la red social.

“...Teníamos unos amigos que tenían una tienda... Y desde el primer día fueron a casa y dijéronme: lo que necesitéis ahí lo tenéis. Y tenían un libreta tuya y apuntaban allí lo que ibas gastando. Pan, dos kilos de patates, alubias... a final de mes mirabas aquella libreta y dábate terror.”

“Como mi padre estaba ya jubilau y tenía una pequeña paga, mi madre venía andando desde Figaredo cada ocho díes o antes con una cestá... un kilo de fabes, otru de azúcar, un litro de aceite, tres o cuatro kilos de patates y eso era ya una gran ayuda...”

Los mineros volvieron al trabajo entre el 4 y el 7 de junio, tras dos meses de huelga habían ingresado en prisión 356 trabajadores, se deportaron 126 mineros, se despidió a 198 trabajadores.

Para saber más: Las huelgas de 1962 en Asturias. Rubén Vega García (coordinador).

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